Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre de la vida. Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a la vida se precisa. Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba. Es respirar el ancho viento que por encima de la carne se respira. Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira. Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida. Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía. Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida. Estar enamorado amigos, es descubrir dónde se juntan cuerpo y alma. Es ver el mar desde la torre donde ha quedado nuestra infancia. Es apoyar los ojos tristes en un paisaje por recorrer. Es ocupar un territorio donde convive la luz que ilumina los días. Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo de la llama. Es entender la conversación del corazón y la distancia. Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches y los días. Es olvidar entre los besos apasionados la cabeza distraída. Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una casa campesina. Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las luces encendidas. Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre el sueño y la vigilia. Es escuchar a medianoche la confesión de la llovizna. Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita. Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura. Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas. Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas. Es no saber si son ajenas o son propias las lejanas amarguras. Es compartir la luz del día y al mismo tiempo compartir la noche oscura. Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna. Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura. Es empezar a decir siempre, y en adelante no volver a decir nunca. Y es, además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.
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